martes, 1 de marzo de 2016

MI TÍO DAMIÁN

Mi tío Damián se encontraba bien de salud, hasta que su mujer, (la tía Dorita) a instancias de su hija, mi prima Tota, le dijo: Damián, vas a cumplir 80 años, y es hora de que te hagas una revisión médica.
¿Y para qué, si me siento muy bien?
Porque más vale prevenir que curar, y la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven-, contestó mi tía.
Por eso finalmente, el tío Damián fue a consultar al médico.
El médico, con buen criterio, le mandó a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse en su mutualidad.
A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar. Entonces le recetó:
Atorvastatina Grageas para el colesterol, Losartán para el corazón y la hipertensión, Metformina para prevenir la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las defensas. Norvastatina para la presión, Desloratadina para la alergia.
Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeprazol y Diurético para los edemas.
Mi tío Damián fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación en la compra de varias cajitas primorosas de variados colores.
Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico...éste, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolan y Sucedal para dormir.
Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio, mientras ellos lo aplaudían.
Mi tío, en lugar de estar mejor, se encontraba cada día peor.
Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
A la semana, el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró "cliente protector" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una lápiz con el logo de la farmacia.
Tan mala suerte tuvo mi tío Damián, que a los pocos días se resfrió y mi tía lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico.
Este le dijo que no era nada, pero le recetó Tapsín día y noche y Sanigrip con efedrina, como le dió taquicardia le agregó Atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de 1 gr. cada 12 horas por 10 días. Le salieron hongos y herpes y le indicacon Fluconol con Zovirax.
Para colmo, mi tío Damián se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones,  las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas.
Lo que leía eran cosas terribles.
No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no debería hacer caso de todas esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.
Y como le dolían las articulaciones le dieron Diclofenaco.
En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación, iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado cliente VIP.
Esto lo iba poniendo cada vez peor, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.
Llegó un momento en que al pobre de mi tío Damián las horas del día no le alcanzaban para tomarse todas sus pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan mal se había puesto, que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aún hoy, mi tía afirma que menos mal que lo mandó al medico a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese muerto antes.
¡Ah! Si no hubiera tomado nada y hubiese seguido con su régimen sanitario de pollo sin piel, pavo, lentejas, porotos, aceite de oliva, frutas, verduras de todos colores, poca sal y nada de azucar; con su copita de vino tinto natural, y caminando dos mil pasos diarios, segúramente seguiría vivito y coleando.
Cualquier semejanza con la realidad no es "pura coincidencia".

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