
Cuando el cura abrió el confesionario, el hombre
dijo:
Padre, durante la 2ª Guerra Mundial, una bonita mujer
golpeó a la puerta de mi casa y me pidió que la escondiera del enemigo. La
escondí en mi altillo.
Esa acción fue maravillosa -contestó el cura- No
tienes la necesidad de confesarlo.
No Padre, es que ella empezó a agradecerme mi
acción con favores sexuales.
Estando en gran peligro y bajo esas
circunstancias, dos personas pueden ser muy tentadas a actuar así. Pero si lo
sientes verdaderamente, estás perdonado de hecho.
Gracias, Padre. Es una gran carga que le saca a mi alma. Pero tengo una duda más.
Gracias, Padre. Es una gran carga que le saca a mi alma. Pero tengo una duda más.
¿Y cuál es, hijo?
¿Cree Vd. que debería decirle que la guerra ha
terminado?
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