Un matrimonio
bautizó con la palabra “Increíble” a su hijo, porque tenían la certeza que
haría increíbles cosas a lo largo de su vida.
Lo cierto es que, lejano a
aquel mandato familiar, Increíble tuvo una vida equilibrada y tranquila. Se
casó y fue fiel a su esposa durante setenta años.
Los amigos le
hacían todo tipo de bromas, porque su nombre no coincidía con su estilo de
vida.
Justo antes de
morir, Increíble le pidió a su esposa que no pusiera su nombre en la lápida,
para evitar cualquier tipo de bromas.
Cuando murió,
la mujer obedeció el pedido, y puso, humildemente: “Aquí yace un hombre que le fue fiel a su mujer
durante setenta años”.
Cuando la
gente pasaba por ese lugar del cementerio, leían la placa y decían: ¡Increíble!
No hay comentarios:
Publicar un comentario