Un
empleado de Correos, que se encargaba de separar las cartas de destinatario
dudoso, un día observa una carta de letra temblorosa cuya dirección era: Sr. Dios Nuestro
Señor (El Cielo).
Con algo de curiosidad,
la abrió para ver su contenido, y dentro, con la misma letra temblorosa se
leía: Mi querido
Señor Dios: En los 87 años de mi vida, jamás te molesté por nada, pero hoy
estoy desesperada. Soy viuda, vivo sola y no me queda familia. Para Navidad, me
invitaron unas amigas a cenar con ellas, había separado 200 euros de mi
jubilación para comprar pollo, una botella de sidra y pan dulces para llevar,
pero alguien entró a mi casa y me robó ese dinero. No tengo adonde ir ni a
quien pedirle y me da vergüenza ir a esa fiesta sin tener nada que llevar. ¿Me
ayudarías, Señor? Religiosamente, Sara.
Conmovido,
el empleado le mostró la carta a sus compañeros, y entre todos, juntaron 100
euros que le enviaron a la ancianita en un sobre blanco anónimo.
Semanas
más tarde, apareció otra carta con la misma letra temblorosa. Excitado y eufórico,
llamó a todos en la oficina para abrirla y leerla, la carta decía: Mi querido Señor
Dios: Sabía que no me ibas a fallar, gracias a ti pasé la Navidad más feliz de mi
vida. Pero quería avisarte para otra vez, sólo me llegaron 100 euros, seguro
que los otros 100 que se los quedaron esos cabrones de Correos. Religiosamente,
Sara.
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