Esta historia con equívoco circula por Internet
desde hace muchos años.
Un
señor y su esposa llevaban ya bastantes años de casados y no habían logrado tener
familia. Suspiraban los dos por un hijo.
A
muchos doctores consultaron y recurrieron a todos los tratamientos, pero sin
obtener resultado alguno.
Por fin, un
médico encuentra la causa del problema: el marido era estéril.
El
marido:
¿Qué debemos hacer, doctor?
El
médico:
Algunas parejas recurren a la inseminación artificial, pero este es un procedimiento
costoso y que suele fallar mucho; otras parejas utilizan algo mucho más
sencillo y natural: buscan un padre sustituto.
La
señora:
¿Qué es un padre sustituto?
El
médico: Es
un hombre escogido con cuidado, que hace por una sola vez las funciones del
esposo, de modo que la mujer quede embarazada por el método tradicional.
La
señora vacila un poco, pero el marido expone que por su parte no hay inconveniente,
con tal de que su esposa vea realizada su ilusión de ser madre.
Y
en efecto, pocos días después y por mediación del doctor, se contrata a un
joven al que se cita para que, ausente el marido de la casa, vaya a visitar a
la señora y cumpla con su tarea.
Sucedió
sin embargo, que un fotógrafo de niños que había sido llamado a una casa cercana
para retratar a un bebe, se equivocó de domicilio y llegó al de la señora.
El
fotógrafo:
Buenos días, vengo por lo del niño.
La
señora (un poco nerviosa): Sí, pase usted. ¿Quiere tomar algo antes?
El
fotógrafo: No,
gracias, el alcohol no es bueno en mi trabajo, lo que quisiera es comenzar
cuanto antes.
La
señora: Muy
bien, si le parece vamos a la recámara.
El
fotógrafo: Puede
ser ahí, pero también me gustaría en el baño, un par aquí, en la sala y después
en el jardín.
La
señora (alarmada): Pero,
¿cuántos van a ser?
El
fotógrafo: Ordinariamente
son cinco en cada sesión, pero si la mamá coopera pueden ser más. (Y sacando
del portafolio un álbum) Me gustaría que antes viera algo de lo que he
hecho. Tengo una técnica especial y única que ha gustado mucho a todas las señoras.
Mire el retrato de este niño tan bonito, lo hice en un parque público a plena
luz del día. ¡Cuánta gente se juntó para verme trabajar!. Tuvieron que ayudarme
dos amigos, porque la señora era muy exigente y no quedaba satisfecha con nada
de lo que yo hacía. Ahora vea estos mellizos, en esta ocasión sí que me lucí:
lo hice en menos de cinco minutos. Llegué y ¡paf, paf!, un par de
disparos y mire los gemelos que me salieron. Con este niño batallé un poco
más porque la mamá era muy nerviosa y me hacía perder la concentración con sus
constantes interrupciones; hasta que le dije que se diera la vuelta y que me
dejara a mí hacerlo todo.
La señora,
estupefacta, estaba cada vez más asustada y al borde del soponcio.
El
fotógrafo: Pues
bien señora, ¿a qué hora quiere que empecemos?
La
señora (temblorosa):
A la hora que usted diga.
El
fotógrafo: Muy
bien, empecemos ahora mismo. Tan sólo permítame ir a la camioneta a traer mi trípode.
La
señora (espantada): ¿Trípode?
El
fotógrafo: Sí,
es que mi equipo es muy grande y necesito un trípode para apoyarlo, porque ni
con las dos manos lo puedo sostener con garantías de que se mantenga firme
mientras trabajo... ¿Señora?... ¿Señora?... ¿Qué le ha pasado? ¡Se desmayó de
pronto!
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