LA CARTA DE
LEWIS CARROLL. Un libro.
LEER DE MEMORIA. Hay seis.
SABIA DECISIÓN. "Si se perdiera el feto, te
acuestas otra vez con ella y le haces otro".
EL BURRO DE
HAKÍM. Hakím cargó el burro
con dos sacos de arena. Tras zambullirse en el río eran más pesados.
EL MAESTRO Y EL
ALUMNO. La sentencia fue la
siguiente: denegar la demanda del maestro, pero concediéndole el derecho a
entablar querella por segunda vez, sobre una nueva base, a saber: la de que el
alumno ya había ganado su primer pleito.
Esta segunda demanda debería ser resuelta, indudablemente, a favor del maestro.
EL CONDENADO A
MUERTE. Eligió una papeleta
y, con gesto fatalista, como correspondía a un árabe, se la tragó.Esta segunda demanda debería ser resuelta, indudablemente, a favor del maestro.
El sultán hubo de mirar la que
quedaba, para saber lo que decía la elegida por el reo, con lo que su salvación
quedó asegurada merced al Gran Visir y a su propio ingenio.
EL JUGLAR DE LOS
TRES ACERTIJOS. El juglar:
Las que su majestad ve con sus reales ojos, esto es cien millones. Y si no lo
quiere creer puede empezar a contarlas.
Rió su Augusta Majestad a
grandes carcajadas que fueron coreadas por toda la asamblea de cortesanos y, de
esta forma, el juglar habilidoso y listo quedó en libertad.
PENSAR
CREATIVAMENTE. Simplemente
contestó: "Le daría las llaves del coche a mi amigo, y le pediría que
llevara a la anciana al hospital, mientras yo me quedaría esperando el autobús
con la mujer de mis sueños".
Moraleja:
Debemos superar las aparentes limitaciones que nos plantean los problemas, y
aprender a pensar creativamente.
INCONVENIENTES
DEL DESPISTE. Cuando el
profesor aceptó la apuesta del estudiante había olvidado por completo que dos
de los estudiantes, que siempre se sentaban juntos, eran gemelos.
EL REVENTÓN DEL NEUMÁTICO. "Por 95 puntos: ¿Qué neumático se reventó?"
QUE VIENE EL INSPECTOR. No es posible. Sencillamente llegó a un acuerdo con sus
alumnos la semana anterior. Aquellos alumnos que conociesen la respuesta a la
pregunta deberían levantar la mano izquierda, mientras que los que la
desconocieran levantarían la mano derecha. De este modo, cuando el inspector
realizaba una pregunta sencilla podía señalar con tranquilidad a un alumno
mediocre, mientras que cuando ésta era compleja escogía de entre los empollones
al que conocía la respuesta.
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